Crónica Sònar Barcelona 2017
Después de una semana y con la mente y el cuerpo ya frío, por fin nos sentimos capaces de escribir nuestra crónica de una experiencia algo turbia de la edición 2017 de Sònar Barcelona. Y digo lo de turbia porque, hace 7 años cuando visité este gran evento por primera vez, con las emociones a flor de piel por poder ver el regreso de Plastikman o el directo de The Chemical Brothers e incluso descubrir a nuevos talentos que, por aquella época, estaban dando sus “primeros pasos” en esta industria como Cora Novoa, da la casualidad, que he vuelto con la misma sensación agridulce.
Una decepción en cuanto a nivel organizativo, provocada en gran medida por el descontrol a la hora de mover a la gente por el recinto a medida que avanzaban las distintas actuaciones que tuvieron lugar por la noche. Una sumisión a lo que nos ponían delante que sólo se pudo compensar de una manera, gracias a la calidad musical.
Por eso, esta pequeña y escueta crónica no la voy a dedicar a decir que los grandes triunfadores del fin de semana fueron, para nosotros, Moderat, Soulwax, Justice y Vitalic, que supieron contrarrestar todos los puntos negativos con sus grandes actuaciones encima del escenario haciendo que viviéramos esos momentos como una explosión de gran júbilo con tintes de fantasía, sino a reclamar y subrayar unos servicios mínimos y un cuidado del público que es quien, en definitiva, hace grande este tipo de eventos.
Un festival como Sònar, con 24 años a sus espaldas y en continua expansión por todo el mundo, no puede seguir tratando a sus seguidores de esta manera, con colas insufribles en las barras que hacían casi imposible que el público pudiera hidratarse para contrarrestar el horrible calor que se vivió, haciendo que la gente no pudiera disfrutar de sus artistas favoritos.
Una organización poco cuidada en ese aspecto que, según comentarios escuchados, recibidos y leídos no fue sólo sensación nuestra. Una mal sabor de boca con el que nos vamos gran parte de los asistentes y que hace que nos replanteemos, mucho, no sólo volver a Sònar en otra edición, sino recomendárselo a otra gente como uno de los festivales imprescindibles de nuestro país. Y eso, es algo muy grave señores.
En definitiva, una protesta de manera formal con el objetivo, no de desmontar Sònar, ni mucho menos, sino de instar a la organización a que se plantee seriamente si de verdad quiere seguir actuando de esta manera ya que, aunque todos los años sea un éxito de asistencia, habrá algún año que la relación del precio de la entrada con la oferta que dan no sea suficiente, si no lo es ya.